"Necesito la mano que sostiene el vaso"

(El País, 8 de mayo de 2006)

"No debería estar aquí. Una nueva, digamos, contingencia humana ha vuelto a frustrar el poner fin a esto justo cuando el resto de las circunstancias eran idóneas y mi predisposición fuerte". "Aún me queda alguna maniobra delicada y soy responsable de no perjudicar a nadie". Jorge León Escudero, el pentapléjico de 53 años que murió el jueves en Valladolid, dejó escrito en Internet su firme voluntad de acabar con su vida y con los sufrimientos "físicos y psíquicos" que padecía. Pidió ayuda para ello. La policía investiga quién pudo facilitársela. León sólo movía los labios desde que una caída en su casa cuando hacía gimnasia le partió el cuello. Al lado de su cadáver se encontró un vaso.

"Necesito la mano que sostiene el vaso, la mano hábil que supla mi mano inútil, una mano que actúe según mi voluntad aún libre: tengo todo preparado para que quien me ayude quede incógnito". Es la llamada de Jorge León Escudero para que alguien le ayudara a morir. Era pentapléjico, sin movilidad y con respiración asistida; fue hallado cadáver el pasado jueves en su casa de Valladolid. La policía sospecha que, en efecto, recibió asistencia. Al encontrar su cuerpo tenía cerca un vaso. Su hermano Carlos, según ha explicado a la agencia Efe, sospecha que podía contener algún producto que le causara la muerte o algún sedante que le ahorrara sufrimientos al desconectarse del respirador que le mantenía. "Estaba preparando su marcha", asegura. Sin embargo, después declaró a la misma agencia que desconocía "por completo" las circunstancias del fallecimiento. "Desde que me avisaron -explicó- tardé una hora y pico en llegar a Valladolid y cuando lo hice me encontré con que el cadáver ya no estaba allí, y la casa llena de policías".

En agosto del año pasado Jorge León abrió un blog en Internet, un diario personal en el que escribía con frecuencia y lucidez "reflexiones descarnadas sin esperanzas". Un dispositivo acoplado a su cabeza le permitía manejar el ordenador a pesar de no poder mover más que los labios.

Sus últimos escritos son del día 2 de mayo, dos antes de su muerte. Al parecer un intento reciente de eutanasia había salido mal. "No debería estar aquí; una nueva, digamos, contingencia humana ha vuelto a frustrar el poner fin a esto, justo cuando el resto de circunstancias eran idóneas y mi predisposición fuerte", escribía. "Aún me queda alguna maniobra delicada y soy responsable de no perjudicar a nadie".

En esa misma anotación expresa su temor a una muerte dolorosa. "Se hace muy difícil con estas limitaciones acabar sin garantías de no pasar por momentos angustiosos". Y concluía esta reflexión con la petición de un cambio legal que dé salida a casos como el suyo: "Quede en la conciencia de quienes impiden legalizar la eutanasia la carga de los sufrimientos innecesarios".

El deseo de morir de Jorge, (Lucas, en su sobrenombre en Internet), se hace más intenso según se complicaba su situación médica. "He entrado en una fase que considero terminal porque a la pentaplejia irreversible se ha añadido la cronicidad de las infecciones frente a una tolerancia cada vez menor a los antibióticos, lo que me provoca indeseables sufrimientos físicos y psíquicos". Lo escribía el 21 de marzo pasado bajo el título Me escribe Jorge León. Ese día formalizaba su llamada de auxilio. "Ante la perspectiva de acabar en breve en una residencia abandonándome a una muerte miserable lanzo el siguiente mensaje por si el azar por una vez se torna generoso". Solicitaba "ayuda directa, indirecta, contactos...". La mano que sostiene el vaso.

Pidió que le llamaran desde una cabina pública o mediante una carta enviada a su piso de Valladolid. Tal vez obtuvo respuesta: su hermano Carlos, su único pariente, ha dicho a Efe que quiere "dar las gracias a quienes le han ayudado" y "se han jugado algo para ayudar a que una persona deje de sufrir y tenga una muerte decente". Aunque reitera que desconoce quién pudo hacerlo y que tanto él como Ana, la cuidadora con la que mantenía "lazos de afecto y complicidad", han estado al margen de su plan.

En el blog queda patente que no se trataba de una decisión desesperada sino fruto de una reflexión profunda, casi filosófica. Su mayor preocupación era morir lúcido: "En mi caso prefiero acabar de morir, mientras tenga control sobre mi cabeza". Jorge lamentaba que le administraran antidepresivos. "¿Quién cree que pueden suplirme aquellos intensos placeres y vivencias que no olvido y las carencias de este mal vivir, seroxates [antidepresivos] tramposos, torpes, insuficientes -por qué no con cócteles placenteros? ¿Qué libertad y ética hay en ello? ¡Prohibido estar triste! ¡Prohibido pensar en que esta vida es para uno un absurdo doloroso!".

Esa vida tan poco estimulante es minuciosamente descrita en otra anotación. "Cuando aparece un día sin contratiempos, ni sudores, ni ahogos y con buena tensión, vuelve la necesidad de vivir, de aprovechar la pausa y disfrutar con algo, cuanto menos, ponerte al día, comunicarte y crear". Pero también decía: "Yo no encuentro sentido, aun estando sin complicaciones, a quedarme un día y otro leyendo por encima el periódico y mirando por la ventana". Tampoco bastó el amor de su mujer, con la que se casó después de haber quedado pentapléjico. "En este estado desvalido, los amores o cariños que sólo crean fuertes interdependencias estériles no hacen más que prolongar el conflicto".

Por último, una reflexión legal: "Las leyes hacen que esa pequeña diferencia entre mover o no mover un brazo supongan que pueda salir de esta estupidez por mí mismo, que tenga que poner en peligro de cárcel a quien me haga de brazo o que acabe en una residencia esperando una cacotanasia".