Continúan las presiones a favor del suicidio asistido

(Zenit, 13 de julio de 2008)

Los defensores del suicidio asistido siguen presionando en muchos países. En Alemania, un antiguo senador de Hamburgo, Roger Kusch, hizo público un vídeo de él mismo ayudando a una mujer a cometer suicidio, informaba el 1 de julio Reuters. Kusch aconsejó a Bettina Schardt sobre cómo preparar una mezcla letal de medicamentos que la matarían. Schardt, de 79 años, no sufría enfermedad grave alguna. Antes de ayudarla a morir, Kusch filmó 9 horas de conversación con Schardt, que declaraba su temor a ser llevada a un hogar de ancianos.

La actuación de Kusch recibió amplia condena, informaba un artículo en Spiegel Online el 1 de julio. Jörg Dietrich-Hoppe, presidente de la Asociación Médica Alemana, calificó lo que hizo de "abominable y profundamente impactante". La ministra de sanidad alemana, Ulla Schmidt, afirmó: "Rechazo categóricamente este camino".

Kursch afirmaba que Schardt se había puesto en contacto con él después de que, a principios de año, hubiera acaparado los titulares con la presentación de su "máquina de suicidio", que los pacientes podrían usar para inyectarse un cocktail mortal.

Un mes antes, en Inglaterra, el suicidio asistido saltó una vez más a la palestra cuando una mujer con esclerosis múltiple recibió la aprobación para sostener su caso ante el Tribunal Supremo, informaba la BBC el 11 de junio.

Debbie Purdy está considerando viajar a Suiza donde el suicidio asistido es legal. Su caso tiene que ver con el destino de su marido, Omar, que en teoría podría ser encausado a su vuelta de Suiza si le ayudara a cometer suicidio.

Purdy acudirá al Tribunal Supremo para pedir que el director de la fiscalía clarifique la ley.

Presión en aumento

Comentando el caso el 8 de julio en el Sunday Telegraph, Alasdair Palmer afirmaba simpatizar con Debbie Purdy, sobre todo porque él mismo sufre de esclerosis múltiple.

Si tiene éxito el cambio legal, será el primer paso en el camino del reconocimiento legal del suicidio asistido, advertía Palmer.

Un "derecho a morir" explícito cambiaría de modo significativo el contexto en el que se toman las decisiones de vida o muerte, añadía, aumentando más el riesgo de que la gente se sienta presionada para poner fin a sus vidas.

Melanie McDonagh, comentando el caso en el Telegraph el 13 de junio, afirmaba que lo que la gente como Purgy necesita en realidad es una mejor atención y tratamiento médicos, así como asistencia a su marido para ayudarle con los eventuales problemas. La dignidad en morir consiste en ayudar a la gente con mejores cuidados, no ayudándoles a cometer suicidio, sostenía McDonagh.

Algunos de los peligros implicados en el suicidio asistido se ponían de relieve en un caso reciente de Sydney, Australia. Un jurado consideró culpables a Shirley Justins y a Caren Jenning del homicidio del marido de hecho de Justins, Graeme Wylie, informaba el periódico Australian el 20 de junio.

La condena ha sido un soplo de aliento para el movimiento pro eutanasia, afirmaba el reportaje. Tanto Justins como Jenning son miembros de Exit Internacional, una organización que hace campaña a favor de la eutanasia dirigida por el doctor Philip Nitschke.

Durante el juicio, Justins admitió haber ayudado al suicidio de Wylie administrándole Nembutal, que Jenning confesó haber introducido en Australia. El fiscal, Mark Tedeschi, afirmó que Justins estaba preocupada en primer lugar en salvaguardar su futuro económico.

Una semana antes de su muerte, Wylie cambió su testamento, dejando casi todo su capital de 2,4 millones de dólares a Justins.

Informe del senado

El debate sobre el suicidio asistido continuará en Australia, con una propuesta ante el senado federal para que se levanten las restricciones. En 1996, el Territorio del Norte introdujo una ley que legalizaba el suicidio asistido.

Tanto en el Territorio del Norte como en el Territorio de la Capital Australiana, donde se localiza la capital de la nación, Canberra, no hay, sin embargo, autonomía legal plena. Poco después de la legalización, las autoridades federales invalidaron la ley.

A principios de año, Bob Brown, senador por el Partido Verde, presentó una propuesta para abolir la ley que prohíbe que los dos territorios legalicen el suicidio asistido.

Un debate reciente de la propuesta en el senado la rechazó, con gran división de los senadores en este tema, informaba el periódico Age el 27 de junio.

El primer ministro Kevin Rudd anunciaba previamente su oposición a legalizar el suicidio asistido. La iniciativa, no obstante, no será fácil de resolver puesto que el gobierno del Partido Laborista liderado por Rudd necesita el apoyo del Partido Verde en el senado para lograr aprobar leyes.

Falsa compasión

Una de las cartas que suelen jugar los defensores del suicidio asistido es la compasión por el enfermo terminal. Un ejemplo ha sido la situación de Chantel Sébire, una mujer francesa de 52 años que emprendió acciones legales para permitir a los médicos que la ayudaran a morir, informaba el 17 de marzo la BBC.

Sufría de un grave tumor facial, desfigurador e incurable, y le había sido negado el "derecho a morir". La BBC comentaba que su caso había despertado amplio debate y simpatía.

Bruce Crumley, comentado el caso en un artículo en la página web de la revista Time el 1 de abril, observaba que la petición de Sébire ha llevado a un nuevo examen de las leyes francesas que prohíben la eutanasia activa.

Sin embargo, el debate ha carecido de información sobre un aspecto crucial, apuntaba Crumley: durante media década, Sébire ha rechazado continuamente el tratamiento para su enfermedad, antes de llegar a la fase terminal que ha la ha llevado a querer morir.

Los médicos explicaron a Crumley que su tumor podría haberse tratado quirúrgicamente con muchas opciones de éxito. Aun así Sébire declinó las propuestas de intervención quirúrgica y, en consecuencia, también rechazó los servicios paliativos y la medicación que le ofrecieron los médicos.

Axel Kahn, médico y miembro del Comité Consultivo Nacional Francés de Ética, declaró a Time que la respuesta del público al caso Sébire era "compasiva y emocional". Kahn lamentaba que con demasiada frecuencia gane en estos temas la reacción emocional sobre el análisis racional.

Margaret Somerville, directora del Centro de Medicina, Ética y Derecho en la Universidad McGill, reflexionaba en un artículo del Ottawa Citizen del 27 de junio sobre la dificultad de combatir la presión a favor del suicidio asistido.

Somerville describía cómo había tratado el tema de la eutanasia con sus estudiantes de derecho de la Universidad McGill en el semestre pasado. Contaba que al terminar el curso sintió que los estudiantes no habían entendido los problemas que plantea la eutanasia.

Individualismo

Después de comentarlo con los estudiantes y reflexionar sobre el tema, Somerville llegó a la conclusión de que el principal problema al argumentar en contra de la eutanasia y el suicidio asistido es el contexto de las sociedades laicistas basadas en un individualismo extremo.

Una de los estudiantes de Somerville pensaba que, dado que en la sociedad contemporánea se da prioridad a los derechos de los individuos, esto también debería prevalecer en temas relacionados con la muerte.

Al tratar estos temas, continuaba Somerville, tenemos que evitar las posturas de inspiración religiosa y argumentar en contra de la eutanasia desde una perspectiva laica. Desde esta perspectiva, existen argumentos sólidos, pero carecen del impacto emocional que tienen los dramáticos llamamientos de los enfermos terminales.

Benedicto XVI habló sobre los desafíos éticos de cuidar a los moribundos en su discurso del 25 de febrero a los participantes a un congreso organizado por la Pontificia Academia para la Vida.

No sólo los creyentes, sino la sociedad entera tiene el compromiso de respetar la vida y la dignidad de aquellas personas que están muriendo o sen encuentran gravemente enfermas, afirmaba.

El Papa pedía también asistencia para las familias que sufren la prueba de la enfermedad de un familiar, especialmente cuando ésta se prolonga.

"Un respeto mayor de la vida humana individual pasa inevitablemente por la solidaridad concreta de todos y de cada uno, constituyendo uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo", añadía el pontífice. Una solidaridad que no consiste en simplemente poner fin a la vida de quienes necesitan nuestro apoyo.