¿Está justificado discriminar a una persona anciana?

(Diario Médico, 3 de octubre de 2007)

La estupenda entrevista de Carmen Fernández a Daniel Callahan nos coloca frente a la polémica sobre la limitación de recursos para los ancianos en función de la edad. Las atrevidas ideas de Callahan ya son antiguas y no han variado. Aunque si es verdad que ahora introduce la edad de 80 años como referencia de "vida plena", un momento en el que, viene a decir, ya está todo el pescado vendido, Defiende con rotundidad que estaría justificado introducir el factor edad, por si solo, para decidir la limitación de prestaciones sanitarias. El argumento fundamental de Callahan sería el de justicia, afirmando que dado el progresivo incremento de la población anciana la desviación de recursos sería desproporcionado, en detrimento de los jóvenes que al fin y al cabo son quienes están financiando la sanidad. 

En España esto nos plantearía un serio problema deontológico si tenemos en cuenta que el Código de Ética y Deontología Médica establece que (Art.4.2.) "el médico debe atender con la misma diligencia y solicitud a todos los pacientes, sin discriminación alguna". Lo cual no significa ignorar el principio de justicia pues en el Código también se afirma (Art.6. 1.): "El médico ha de ser consciente de sus deberes profesionales para con la comunidad. Está obligado a procurar la mayor eficacia de su trabajo y el rendimiento óptimo de los medios que la sociedad pone a su disposición". Pero en ningún momento se menciona el criterio de la edad.

Es bien cierto que en algunos casos llegaríamos a las mismas conclusiones por diferentes caminos. Por ejemplo, a la hora de decidir una intervención de cirugía cardiaca en paciente de edad muy avanzada, podríamos concluir que no está indicada, pero no por la edad, sino en razón del pronóstico. La medicina debe aplicarse utilizando el sentido común, lo cual nos obliga a poner en la balanza diversos factores: las probabilidades de curación, la esperanza de vida, el bienestar y las preferencias del paciente, y también los recursos disponibles. Pero brindar a la administración sanitaria la edad como punto de corte para decidir prestaciones sanitarias supone abrir la puerta a una discriminación injusta de consecuencias imprevisibles, es lo que se denomina "ageismo".

También me parece éticamente débil el discurso por el que Callahan critica cómo los sistemas sanitarios están sostenidos por las generaciones jóvenes mientras los principales consumidores de recursos son las clases pasivas. A esto nosotros lo llamamos Estado Social de Derecho que por ahora tiene un fundamento ético más sólido que el Estado Liberal y la aplicación del libre mercado a la asistencia sanitaria. Se trata de entender lo que significa la solidaridad intergeneracional, es decir, las generaciones jóvenes tienen un bienestar que en el fondo deben a sus padres y a sus abuelos, y no sería éticamente aceptable retirarles prestaciones cuando ya no pueden ir a votar. 

Pienso que hay casos de discriminación, positiva o negativa, que pueden justificarse en determinadas circunstancias, por ejemplo para proteger a los más débiles, pero nunca para perjudicarles.

Rogelio Altisent (Presidente de la Comisión Deontológica de la OMC)